Pensar en amor, es hoy un acto de resistencia en medio de la decadencia.
Si el arte contemporáneo es la respuesta que debe por auto compromiso interpelarnos, asumir esta posición desde lo grácil del muelle de Antofagasta se convierte en una obstinación que permite que año a año desde hace seis, desde esa obstinada perseverancia de la autogestión, se pueda desde la II región de Chile, entre el desierto y el mar, con todo lo que ello reúne en términos simbólicos, geográficos, económicos y políticos, reflexionar y encontrarnos desde la tarea fundamental del arte, la creación y la crítica.
Este año, SACO además consideró extenderse en varias exposiciones en otros puntos de la ciudad, generando un recorrido, y por tanto, ampliando el acontecimiento del arte. Si bien las obras de cada artista, o de cada práctica curatorial, son una propuesta teórico-estética, que año a año tendrá sus aciertos y desaciertos, todo ello transita desde la subjetividad que es justamente el valor que contiene la experiencia que se encuentra a disposición abierta, tanto para el encuentro de artistas, curadores y gestores, como para los diversos públicos que circulan. Lo interesante es que esta experiencia vaya solidificando la posibilidad de otra mirada respecto de la manera de entender el mundo, y es justamente allí donde radica la propuesta de SACO, como un espacio temporal, geográfico y estético que nos abre a la reflexión temática de acuerdo a conceptos atingentes a nuestra contemporaneidad.
“Te ofrezco el centro de mí mismo que salvé de algún modo – el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños y está intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades”, dice Jorge Luis Borges, quien refleja con gran profundidad la naturaleza del amor, que es en sí mismo un acto de resistencia, de resistencia hacia el Yo en primera medida. El interés de este planteamiento está en la fortaleza que adquiere una instancia que a partir de una voluntad se ha ido sosteniendo e instalando como una acción relevante para la escena nacional. La autogestión radica en la porfía y el instinto que se arraiga a la posibilidad de que existe algo que se puede cambiar; hay un punto de inflexión, de entrega, de sacrificio y se convierte en un estilo de vida, que se ofrece -tal como Borges- como una ofrenda en la decadencia de un mundo trastocado, violentado, capitalizado. Como resisten obras que instaladas en un muelle hablan de amor.
La invitación a los artistas a generar una obra es este espacio efímero y carente de toda pretensión de trascendencia, más allá de la experiencia y el registro, revaloriza la acción en el sitio específico que debe, por necesidad, conjugarse a dinámicas ajenas y probablemente desconocidas por el artista. Con ello, “ninguna obra de arte puede ser nunca una traducción perfecta de las pasiones del artista, lo cual sugiere que no puede hacer nada por aliviar su sufrimiento”, sostiene Donald Kuspit en El fin del Arte (2004), lo que conlleva al espacio/lugar en cuestión, como un escenario de acción protagónica que pone en cierto modo en jaque las obras, su ejecución, y por ende la sensibilidad del discurso, lo que es una provocación tanto para los artistas como para la activación de sus trabajos.
La Semana de Arte Contemporáneo pasa a ser entonces más allá de un evento que se pone en escena una vez al año, mucho más que obras que dialogan frente a una temática, es una acción de resistencia que nos convoca a dialogar desde diversas miradas sobre la cuestión del arte, en territorialidades, en convergencias y también en desobediencia a lo establecido, a lo viable. SACO es una oportunidad de cuestionamiento que a pesar del histórico abandono de políticas culturales en el que se sume la región, emerge e irrumpe para quedarse.
Varinia Brodsky Zimmermann
Coordinadora Área de Artes Visuales
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes