“AUDITORIO” DE TEOBALDO LAGOS GANA LA CONVOCATORIA GOETHE –INSTITUT & SACO

La alianza entre Goethe-Institut y Colectivo SE VENDE iniciada en febrero de este año con la exposición de los vestigios de SACO6 AMOR: decadencia y resistencia en NON Berlin Contemporary Art Platform, apostó para esta última edición del festival por una residencia de investigación y producción. Bajo el concepto Inmigración: imagen y mito, entre marzo y abril y con convocatoria abierta, fueron invitados artistas hispanohablantes residentes en Alemania para aplicar a una estadía de un mes en ISLA. La residencia está pensada para facilitar al artista la materialización de un programa de investigación in situ y la vinculación con el contexto migratorio en Antofagasta, trabajo que terminará con una exposición individual en museo sin museo, circuito expositivo de SACO7 Origen y mito.

Entre las dieciocho postulaciones recibidas, el jurado compuesto por los representantes de los equipos de Goethe-Institut Santiago y Colectivo SE VENDE, seleccionó la propuesta de Teobaldo Lagos Preller, escritor, curador e investigador en arte contemporáneo chileno con base permanente en Berlín. Lagos es candidato a Doctor en Teoría e Historia del Arte Contemporáneo y asociado al Grupo de Investigación “Art, Globalization, Interculturality” por la Universitat de Barcelona. Es magíster en Estudios Latinoamericanos por la Freie Universität Berlin y licenciado en Comunicación (Semiótica) por la Universidad Autónoma Metropolitana en Ciudad de México.

Para su estadía en Antofagasta, Lagos propone un novedoso camino de conjugar la investigación teórica – su campo de desarrollo profesional – con la interacción directa y afectiva con la comunicad colombiana, focalizándola hacia la subjetividad colectiva: la estereotipación y la marginación.

Tu historia familiar construye un tejido entre Alemania y Chile. Para la convocatoria de Inmigración: origen y mito propusiste un proyecto de residencia que conjuga investigación con producción. ¿Cuál de los dos constituye un desafío más grande para ti?

Sin duda la investigación es el desafío más complejo. Me interesa la composición multicultural de Antofagasta, que implica diferentes relatos sobre abandonos, tránsitos, llegadas – tanto de bienes como de personas. Así mismo, de restos materiales e inmateriales, de transportes transoceánicos, aéreos y terrestres. Estas narraciones se generan en la comunicación verbal, en la palabra, que entiendo como lugares efímeros y totales de agencia y transformación de la realidad. “Palabra“ tiene una etimología greco-latina. Quiere decir “lanzar o poner a un lado para comparar“. La distancia entre nuestros lenguajes y la realidad nos permite imaginar los lugares en los que vivimos.

La investigación por otra parte, es un desafío porque acercarse a comunidades inmigrantes implica más que tomar o elegir una comunidad, territorio o topografía a partir de la cual trabajar, sino que además implica admitir un proceso de relaciones intersubjetivas, y aceptar e incorporar los cambios y devenires que ofrece dicha topografía en términos de interacciones y afectos. Esto es transformarlas en experiencia de criticidad corporal como curador, artista e investigador.

Yo no soy un sujeto aislado. En términos de mi constitución como tal, hay diferentes ejercicios nómades en juego en el proyecto: mi propio desplazamiento a ese lugar ajeno a los territorios de mi autobiografía, mas emparentado quizás con diferentes relatos de constitución de mi identidad social y política, en un estado previo al de ciudadanía y la agencia: mi nacionalidad y los relatos que se le relacionan. Por otra parte, la investigación implica identificar historias de vida y relatos macro de formación de comunidad y activarlas por medio de nuestros cuerpos y voces en el espacio céntrico y oficial de la ciudad, cambiando roles y las relaciones de centro-periferia. Esta búsqueda es un resultado de axiomas, hipótesis y suposiciones, y solo el contacto real dirá dónde está la zona de contacto, dónde los hechos superan a las ideas.

Mi historia personal y familiar es de migraciones al igual que la de muchas personas de la región latinoamericana. Hace casi veinte años dejé Chile para vivir en México, y un tiempo después para venirme a Alemania como base principal. También he pasado períodos en Canadá y Cataluña. Con la lengua alemana he tenido contacto por razones familiares desde la niñez. Los períodos en México y Europa me permitieron aprender de las implicancias de la migración y la vida en la multiculturalidad: otro territorio hecho de capas, grietas, movimientos telúricos y mezclas de tierras.

Hablas de espacios concretos, imaginarios y afectivos. Cuéntanos sobre la metodología de trabajo contextual que planificas aplicar en ISLA.

Trataré de profundizar en mi respuesta anterior. Dentro de mi trabajo de investigación considero – y no soy el único, afortunadamente – a la práctica social como base para la producción de espacialidad, la forma en que hacemos espacio con fines de generar agencia. Hace poco leía a Eyal Weizman, profesor de la Universidad Goldsmith en Londres, que decía algo que me parece fundamental y que es aplicado hoy en día por su grupo de investigación “Arquitectura forense” a la espacialización de escenarios de conflictos o genocidios contemporáneos para poder comprenderlos – siempre un ejercicio en el presente, mirando a lo lejos al hecho y lugar, especulando acerca de su forma concreta en términos de interacciones, dimensiones, etc. Él decía que el espacio es “un aparato óptico que nos ayuda a darle sentido al presente”. Asumir al espacio más allá del contenedor de materia es fundamental para entender cómo podemos transformar nuestras relaciones con el ahora. Solo a través de asumir hechos en el tiempo como parte de diferentes historias podemos reconocer de manera fidedigna a un espacio concreto. A mi modo de ver, imaginando espacios y sintiendo cómo nosotros somos afectados por ellos, los creamos. Eso nos ayuda a adquirir consciencia acerca de nuestros lugares como personas, sujetos y actores de cambio, así como también a crear nuevos lugares para las nuevas formas de comunidad, coexistencia y convivencia que necesitamos. “Nosotros” siempre es plural.

Me interesa el contacto con las personas y descubrir sus formas de cohesión como sujetos y como sociedades. Me gusta aprender afectivamente de sus vidas, construir relaciones especulares y descubrir mis y sus historias, como si se tratara de crear con las personas un habla, una lengua temporal más allá de nuestros cuerpos. La figura del traductor, del periodista o del etnógrafo me llaman la atención en ese sentido.

Tu obra, resultado de esta investigación, formará parte del museo sin museo. ¿Crees que es posible construir un otro museo, paradójicamente, desde la falencia institucional?

Creo que siempre ha habido intentos de deslocalizar la institución sin destruir su infraestructura. De una u otra forma nuestra realidad informatizada, neoliberalizada y precarizada nos ha enseñado a vivir con instituciones cuya presencia en la realidad es holográfica, temporal e inmaterial – de esa manera el contacto con los lugares concretos de ella se economiza y se reduce. Pero no es un escenario ideal, sino distópico. La metáfora de una “Nueva Babilonia” del pintor y escultor holandés Constant Nieuwenhujs es una que me atrae muchísimo. Él imaginaba después de viajes con miembros de comunidades romaníes en la Europa de posguerra, una nueva ciudad modular sin centro ni periferia que se adaptara a las necesidades de un nuevo ser humano lúdico, una suerte de estructura móvil que resistiera cualquier embate bélico del futuro.

En la “Nueva Babilonia”, sus habitantes se juntarían o separarían de acuerdo con pasiones y aficiones comunes y no buscando los espacios vacíos que dejara una gran estructura de hormigón y asfalto. Me gusta pensar en esta ciudad indestructible después de la destrucción total.

El desierto es para mí el lugar en el que el espacio se diluye en la experiencia de espacio: tanto él como el tiempo cambian a la par de los cambios del paisaje y la topografía, de forma tal que es difícil saber a ciencia cierta dónde o cuándo uno está ahí. Una vieja y bella idea de André Malraux es el museo imaginario. Enlazándome con ella en el desierto de Atacama, imagino un museo que se erige en lugares afectivos, de remembranza, de ruina y repetición.

Pienso que es posible hacer un museo sin museo, pero implicaría asumir que existen territorios de tensión en los cuales puedan imaginarse nuevos presentes y futuros – algo que el arte hace casi siempre sin necesariamente querer. Escenificar, estilizar, performar la falencia y su posible llenadom nos puede llevar a nuevas formas de interacción y espacialidad – también ciudadanas, también político político-culturales y más allá de si existen infraestructuras o no.