EL SUEÑO SUDAMERICANO: RETRATANDO LA INTIMIDAD DE LA MIGRACIÓN COLOMBIANA

El fotolibro El sueño sudamericano muestra el contexto que los colombianos viven en la capital del norte de Chile, Antofagasta. La edición nos conduce a la singular realidad, describiendo las circunstancias en las que habitan estos nuevos ciudadanos, los que asumen puestos menores en construcciones, atención de público, venta de alimentos o mantención de espacios.

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Este trabajo será presentado el próximo miércoles 12 de abril a las 19:30 horas en el Instituto Arcos, ubicado en la dirección Santo Domingo 789, Santiago Centro. En la actividad abierta a todo público estará Cristian Ochoa junto a la editora del proyecto, la especialista Andrea Jösch y la doctora en sociología María Emilia Tijoux, autora del libro Racismo en Chile.

Adaptación versus costumbres, volver o arraigarse, vivir o vivir, son quizás algunas de las sensaciones que envuelven las ideas e interpretaciones después de ver las alrededor de 90 páginas de la publicación del fotógrafo Cristian Ochoa, quien gracias al respaldo de la comunidad colombiana, al apoyo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y al soporte de Lautaro Ediciones pudo materializar, entregando un importante mensaje humanitario, donde descubrimos varios relatos de personas narrando sus anhelos, esperanzas, y la experiencia de habitar un lugar que hoy los acoge, pero a su vez discrimina por tener un origen distinto al común.

El cinco porciento de la población de Antofagasta proviene de Colombia. Una porción importante de ellos hoy vive en campamentos, en ocasiones sin documentos de residencia, luchando por los servicios básicos como agua y luz, subsistiendo con el elevado valor de la canasta familiar y el costo de arriendo de las viviendas.

Pero todo no es lamento, por medio de la mirada de Cristián Ochoa – quien de profesión es ingeniero – encontramos los matices, risas y buenos momentos, recuerdos de una colectividad extranjera que toma fuerza con postales históricas de fiestas, perpetuando lugares de encuentro, o resaltando las formas de vestir, y las manos de trabajadores aguardando un buen venir.

¿Cómo llegaste a conocer las historias que podemos ver en tu publicación?

La idea estuvo presente desde el 2013 cuando después de un partido de futbol entre Chile y Colombia, vi peleas en el centro de Antofagasta luego de un empate a última hora de los cafeteros y no pudimos clasificar al mundial en ese momento. Una semana después se organizó una marcha anti-colombianos que tuvo mínima concurrencia.

Luego de estos episodios cambió todo. Empezó a salir a la luz el racismo y discriminación,  algo arraigado principalmente en el clasismo de parte de los habitantes de esta ciudad, a quienes solo les interesa su metro cuadrado. Poseen mucho dinero al ser de una ciudad minera llamada por algunos La Dubái de Latinoamérica, pero estos mismos sujetos no poseen conciencia social. Después ocurrieron noticias como que un ex intendente atribuyó un supuesto aumento de las Enfermedades de Transmisión Sexual a las prostitutas colombianas, incluyendo que a más de 10 niños migrantes se les negó la nacionalidad por ser hijos de padres catalogados como transeúntes, siendo que llevaban años en el país… Todo eso me hizo estudiar acerca del tema y comenzar a trabajar en él.

La prensa también jugó y sigue jugando un papel a veces muy negativo, y no solo la local. Todo delito cometido por un colombiano es visibilizado de manera exagerada, para vender.

Una vez que decidí involucrarme en el proyecto, partí realizando un típico registro fotográfico documental, pero al conocer sus crudas historias, no solo quise abordarlo de esta forma y empecé a pensar en mi vida como migrante interno, a generar empatía, quizás asociando mi pena por no tener la familia cerca o no poder sentir la lluvia como lo hacía en el sur del país desde donde provengo. Buscando esta relación encontré el llamado Duelo migratorio, un análisis sicológico que nació en Europa por la migración africana.

Posteriormente empecé a concretar entrevistas a migrantes en base a los tipos de duelos establecidos en estos estudios Duelo por la separación de la familia y amigos, Duelo por la cultura, Duelo por la pérdida de la tierra y otros, complementando con preguntas acerca de cómo cruzaron la frontera, episodios de discriminación o racismo que los haya afectado en la ciudad, sueños, como ven Chile, como lo veían desde Colombia antes de partir, etcétera. El libro es una mezcla de fotografías de mi autoría con frases tomadas de estas entrevistas.

La conexión costó bastante. El colombiano es muy alegre y cercano, pero acá es desconfiado por como se le ha tratado. Esa barrera es difícil de romper, pero es cosa de tiempo. Por ejemplo, en medio del trabajo de El sueño sudamericano realicé un taller de fotografía con niños en un campamento/favela, gracias a lo cual pude confluir con la comunidad de estos lugares con mayor confianza.

Parte de las historias que conocí, eran de familias que ya habían aparecido en los medios de comunicación o que acudieron a las organizaciones que trabajan con migrantes. Otras imágenes salieron del día a día, dando vueltas. También llegué a relatos por oficios o lugares arquitectónicos que me atraían, como el complejo de Condominios Costa Laguna, con una de las piscinas más grandes del país, donde trabajan solo migrantes limpiando el interior de la alberca y aplanando la arena diariamente para que no se noten pisadas, lo que me pareció una muestra de la superficialidad tremenda por parte de la supuesta elite.

¿De qué manera enfrenta la vida el migrante en Antofagasta, y cómo ha cambiado la ciudad con la alta llegada de personas colombianas?

Trabajar lo máximo, esa es la consigna. Casi todos reciben el sueldo mínimo, pero con eso les basta para enviar una mínima remesa a su país, pues el dinero se multiplica por cuatro en Colombia.

Es duro para un migrante llegar acá. Vienen con el sueño de recibir mucho dinero en minería, pero entrar a ésta es casi imposible.

Por Facebook muchos colombianos generan expectativas a sus compatriotas que no corresponden. Publican fotos del mar, las fiestas, sin mostrar donde viven o como son sus trabajos.

Además, existen varias complicaciones en torno al acceso a los servicios básicos, educación y vivienda principalmente. Para los jóvenes migrantes entrar a la universidad es muy difícil debido a las trabas que poseen para obtener la documentación definitiva, que es lo que el gobierno exige para dar la prueba de selección PSU. Hay personas esperando más de un año por la respuesta a su petición de visa definitiva y en esa espera no pueden trabajar, habiendo estado 2 o 3 años en el país con conducta irreprochable.  Eso es incomprensible.

Todos estos problemas tienen su génesis en la Ley Migratoria, diseñada de los tiempos de dictadura, un sistema obsoleto del año 1975. Son normas que el gobierno no actualiza.

La ciudad ha cambiado, tiene un carácter claramente multicultural.

Ahora el desafío es mutar a una interculturalidad de calidad, que en estos momentos escasea. En los restaurantes colombianos raramente encuentras a un chileno, lo mismo pasa en las discotecas. Este cambio debe partir en la casa y apoyarse en la educación formal. Por lo menos en los liceos públicos el gobierno está haciendo esfuerzos. Me preocupan los niños y jóvenes de colegios privados, esos que nunca se han relacionado con migrantes, que viven al otro lado de la ciudad, en burbujas.

Aunque no existe una norma decente, existimos muchas personas y organizaciones trabajando con las personas migrantes. Gracias a estas instancias existe una mesa intercultural en la ciudad que une a más de diez agrupaciones realizando grandes avances a nivel local y nacional en torno al tema.

¿Cómo logras avanzar en la creación? ¿Hay otras áreas que estés investigando? Por ejemplo, cambiar tu formato a vídeo para llevar en voz propia a través del audiovisual lo que transcribes en el texto?

Vengo de una familia totalmente involucrada a los temas sociales y es lo que me interesa, me marca.  Me agrada involucrarme fuertemente en los proyectos, paso mucho tiempo en ellos. Me siento cómodo en estos espacios. Muchas veces prefiero ir en la noche a compartir con personas ligadas a mis trabajos a estar en las típicas fiestas. Así he desarrollado mis proyectos, inconscientemente, y especialmente en esta investigación he tenido un fuerte compromiso activista, apoyando a muchas personas con contactos, acompañándolos en sus procesos de documentación, yendo a la frontera a buscar familias, etc.

Las entrevistas están grabadas y están disponibles para ser parte de alguna exposición. Por ahora el video es solo un complemento, como quizás lo puede haber sido el dibujo o la escritura en talleres con niños. Llevo recién tres años desarrollando proyectos fotográficos con solo dos trabajos de largo aliento.

En el futuro buscaré otros dispositivos que complementen mi obra fotográfica.

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¿Qué impresión tiene la gente con tu trabajo de la migración colombiana? ¿Cómo llegó el libro a la imprenta?

El libro es el soporte que más me interesa por el valor que tiene al permanecer en el archivo, en comparación al formato clásico de una exposición que es transitoria de por sí.

Opiniones hay de todo, pero mayormente positivas. Realicé una expo-intervención en la plaza principal de la ciudad de Antofagasta, donde en el último panel de la obra pedía que el público se expresara, En una palabra define migración, decía. Buena parte de las frases escritas eran negativas, lo cual te habla del clima que existe y las opiniones que pueden tener de mi trabajo, incluso sin profundizar en el contexto real de la obra.

A los colombianos involucrados les gustó bastante la intervención. Algunos que no incluí y que vieron el montaje querían que mostrara de otro tipo de migración, los que vienen a trabajar en buenas pegas o a estudiar, pero a mí me interesaba el otro tipo de migración, el que migra por fuerza, el que trabaja en lo que sea, el berraco.

Para conocer más sobre los proyectos de Cristian Ochoa ingresa al portal www.cristianochoa.net.

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