[ENTREVISTA] Simone Cortezão, artista visual y cineasta brasileña: Construyendo experiencias visuales desde la magnitud de los procesos industriales

“Zonas de resaca” es el término acuñado por Simone Cortezão para definir el impacto del extractivismo de las grandes industrias en los lugares físicos donde se instalan, espacios en donde la actividad económica abstracta encuentra su materialidad en tortas de desechos minerales, desperdicios y la sobreexplotación de los territorios, en el desempleo, la dilapidación del paisaje y los efectos negativos de sistemas productivos que han arrasado con la geografía y las personas que habitan en ella.

 

Esta cineasta, artista visual e investigadora brasileña estuvo en Antofagasta durante casi todo el mes de enero, invitada a la residencia arte&minería en un intercambio posible gracias a la alianza entre SACO y el Centro de Residencias JA.CA de Belo Horizonte (Brasil), lo que posibilitó su estadía en una de las regiones de Chile más afectadas por el impacto del extractivismo industrial, materia que Simone viene trabajando en sus películas y obras visuales desde hace varios años. 

 

Cortezão tiene una maestría en Artes Visuales de la Universidad de Minas Gerais y un doctorado en Artes Visuales de la Universidad Estatal de Rio de Janeiro. Entre el film y las artes visuales, desarrolla trabajos con la creación de narrativas en formato de docu-ficción y sus conexiones entre la memoria y la amnesia de las ciudades, los paisajes entrópicos, la ecología, la geología y la economía. Escribió, dirigió y produjo varias obras, mostradas y premiadas a nivel nacional e internacional, siendo Navíos de tierra, estrenado en 2018, su primer largometraje. De ahí, nuestro primer acercamiento.

 

 

¿Cómo relacionas en tu obra, para expresar tu punto de vista, las artes visuales y el cine?

 

No solo hago imágenes, también produzco textos. Es importante para mí construir pensamiento y cuando la imagen no es suficiente, escribo. Cuando la escritura no es potente, hago imagenes. Al juntar esas dos cosas, se produce el encuentro entre la imagen y la palabra. Por eso estoy investigando un lugar posible de unión entre la ciencia, el  cine y la palabra. Busco construir una forma de mezclar la literatura con la ciencia, con la realidad. Los datos son muy estériles, muy abstractos, entonces intento conectarlos con la palabra y la imagen. En Navíos de Tierra, construí una alegoría en torno a una montaña brasileña, pues hay un largo tiempo entre la disolución de la tierra, de las formas y la materia de la montaña. La minería es una cosa muy grande que miramos pero al mismo tiempo no vemos, es imposible captar su magnitud. Entonces, yo busco construir una experiencia de ese tamaño, pero en la que no podemos perder de vista a nosotros mismos ni las escalas menores. Es una búsqueda difícil de hacer, sobre todo porque los lugares donde está la minería son extremadamente cerrados, es nuestra tierra pero al mismo tiempo no podemos caminar libremente por ella.

 

 

¿Cómo recibiste la noticia de este intercambio de residencias entre zonas terradeformadas?

 

Yo estaba haciendo una residencia en Brasil y Francisca Caporali, coordinadora del Centro de Residencias JA.CA, me comenta sobre esta oportunidad en Chile y su importancia para pensar en las condiciones de la minería en mi país y Chile. Yo hago investigaciones desde hace once años, y pensé que era una posibilidad muy importante para empezar un diálogo, entender mejor las diferencias, entender cómo ocurren estos procesos en América Latina. Pienso no solamente en la transformación de la tierra en Brasil, sino que en toda Latinoamérica. Ahora estoy entendiendo el territorio chileno, las opiniones de la gente, sus mapas. Las residencias son muy importantes para hacer investigaciones, no solo pensar en la creación de obras, sino que invertir más tiempo de aproximación para desarrollar otros productos, de una forma que podemos pensar juntos todo lo que pasa, las similitudes y diferencias. 

 

 

¿Cómo fue tu primer encuentro con los procesos industriales en Antofagasta?

 

Yo pienso que la violencia del paisaje es muy parecida en Chile y Brasil. Acá hay una cosa más fuerte, como el clima del desierto, que es muy hostil, pero también hay menos miradas propias porque la minería pasa fuera de la ciudad. En Brasil, en cambio, hay muchas conexiones con las ciudades. Aquí en Chile, veo pocas personas, pero muchas camionetas y eso es muy fuerte. En Chile hay muchos muros y cierres perimetrales en las faenas mineras y empresas, lo que nos impide ver la gran transformación que ocurre todo el tiempo.

 

 

¿Y las opiniones de la gente sobre el extractivismo?

 

Creo que hay una percepción muy fuerte de la gente sobre el impacto económico de la minería que define todas las decisiones locales, y sobre el medio ambiente. En Brasil, desde el 2008, hay una producción muy acelerada, no se está pensando ni construyendo seguridad, se privilegia el dinero y las ganancias. Lo que queda en Brasil ahora es que a la comunidad le corresponden pocos puestos de trabajo, en medio de un proceso de dilapidación del paisaje. Yo hablo de eso porque percibo que en Antofagasta hay una percepción de que poco queda en la zona y esas son cosas muy recurrentes en América Latina, porque la mayoría de las empresas son multinacionales. Sin embargo, hay una transformación del pensamiento; yo he vivido más de treinta años en una región metalúrgica y ahora los habitantes de ciudades y pueblos afectados han empezado a hablar de estos temas, están más conscientes, pero al mismo tiempo hay una evolución en las empresas que buscan debilitar las relaciones que se pueden crear con respecto a nuestra necesidad de retomar lo que es nuestro, es decir, la tierra, después de demasiados años de extractivismo. El problema va a crecer, pues creo que vivimos en una situación extrema. 

 

Hice un doctorado de artes visuales, pero no exactamente sobre ellas, sino sobre la potencia de lo que el paisaje nos dice. Acuñé un concepto, “zonas de resaca”, pues creo que la basura, todo lo que hicimos en el pasado, se va a devolver desde esos espacios llenos de residuos. Pienso que la economía es ficción, pero produce materia todo el tiempo, en grandes proporciones, y eso es lo que se va a devolver. Creo que todos estamos de acuerdo en que estamos pagando un precio muy alto que está por encima del dinero y de la necesidad del trabajo. Ese es el precio de la “zonas de resaca”.