Geografías emocionales, texto de Juan Castillo sobre Desiertos Intervenidos II en Pedro de Valdivia

¿Qué cruces traspasaron este trabajo? Difícil sería para mi definirlo. Lo que queda flotando en el aire, como la chusca, es una nube rica en intensidades, ideas profundas y fuertes emociones.

Resultó lo inesperado en este taller que me tocó, en cierto modo, catalizar con la participación de los artistas regionales Sonia Cuevas, Jordán Plaza y Carolina Agüero, la artista boliviana Aldair Indra, y las artistas de Santiago, Constanza Thiers, Fernanda López, Camila Saavedra y Geraldine Ahumada.

Sin plantear un recorrido acotado de temas, fuimos enfrentando las problemáticas de la práctica artística actual desde nuestra propia mirada, usando y recurriendo al soporte de la oficina salitrera abandonada Pedro de Valdivia, lugar lleno de huellas de un pasado complejo y rico en emociones. En el caso personal demasiado cargado, al haber vivido allí desde mi nacimiento hasta los 10 años.

Resultó lo inesperado porque todas las ideas iniciales de trabajo fueron ricamente modificadas por el enfrentamiento con el espacio real de la exoficina, y por abrirnos a la posibilidad de ser transformados.

Si tuviera que recurrir a una imagen que ilustrara lo que allí pasó, sería una ráfaga “de aquellas” pasando por todas las intervenciones realizadas, las cuales generaron un campo energético potente. Le llamaremos nuestra “casa de fuerza”, como el lugar desde donde se alimentaban de energía las oficinas salitreras.

No se sabe cuánto duró Se perdió la noción del tiempo. Llegué felizmente destruido a Santiago, sospecho que los demás también, lo mismo me imagino pasó con Aldair viajando a Bolivia o los que se quedaron en el norte.

Debiera escribir de otra manera, referirme más objetivamente a lo que realizamos, pero éstas son las palabras que me brotan a partir de esta residencia Desiertos intervenidos II – Pedro de Valdivia”, producido por el Colectivo SE VENDE en Antofagasta. Experiencias como ésta son vitales para desarrollar el arte.

No me corresponde hablar sobre las obras realizadas, todas desde mi punto de vista, ineludibles, bellas, una tremenda patada al ojo, las ideas y las emociones. Sería mejor que vieran las imágenes.

Fue una experiencia cercana a lo imprevisto, pues nunca pensé que se iba a generar ese ambiente de energía entre todos nosotros, lo que fue extraordinario. De hecho, no existió la idea de verticalidad de alguien que está dirigiendo un taller, y esa relación horizontal ayudó a que todos aprendiéramos. Me enriquecí mucho con las propuestas y los diálogos con los participantes. Hace tiempo que no tenía una experiencia de tanta intensidad. Lo único comparable, que se sostuvo por bastante tiempo (entre 1978 y 1983) fue lo que pasó con el grupo C.A.D.A.

Todo este proceso no iba dirigido a hacer tal o cual acción artística. Si bien resultaron muchas, yo le llamo “accidentes que se cristalizaron”. Mientras estábamos en Antofagasta, no nos dedicamos a crear una obra, sino a reflexionar y discutir nuestros puntos de vista con respecto a la práctica del arte. El enfrentamiento directo era el desierto, era la oficina salitrera Pedro de Valdivia, la cual nos dio un ambiente de trabajo en donde se generaron cosas verdaderas. Todos nos sentimos modificados y creamos algo que no era lo preestablecido. Creo que fue muy positivo que eso sucediera porque, según mi perspectiva, es así como uno descubre los verdaderos caminos en el arte.

Debemos agradecer todo el apoyo del Colectivo SE VENDE y a todas las personas que colaboraron en esta acción.

Juan Castillo