Otros pasos / otras líneas, texto de Catalina González sobre Desiertos Intervenidos II en Ollagüe

La pampa recogió mis huesos

Y los recorrió uno a uno

luego amasó mi espíritu

meciéndolo entre sus brazos.

Leonel Lienlaf [1]

 

El altiplano nos afronta a veces con agresividad donde sólo algunos han logrado habitarlo, dejándonos frágiles ante los límites de nuestros cuerpos y nuestra mirada, la que es entrampada por la ilusión de las distancias,  ante una escala inútil dentro de una espacialidad inconmensurable.

Nos reunimos en la comuna de Ollagüe, frontera con Bolivia, un grupo constituido por artistas de proveniencias disímiles, Perú, Venezuela, Colombia y Chile. Bajo premisas heterogéneas surgieron preguntas acerca de cómo ejercemos nuestra práctica y desde dónde, entendiendo el proceso de trabajo como un articulador reflexivo de las diferentes experiencias con el lugar.

Ollagüe tiene visibles complejidades geopolíticas por su condición de frontera, la que es acrecentada por la presencia del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (FCAB) que atraviesa el lugar constituyéndose en parte del habitus del pueblo.

Es así que la artista Lizzania, con su obra Querido tú, aquí te envío mi mar, activa su propio desplazamiento con un mensaje hacia Bolivia a través del tren transfronterizo, poniendo en cuestión y trasluciendo conflictos aún presentes entre ambos países. Para realizar esta acción Lizzania diseñó un método, propio de sus obras anteriores, para intervenir con una acción desde su condición de extranjera, con un gesto político. Ante el ejercicio de observación, más semejante al acto de vigilancia, desde un vagón abandonado observó las dinámicas propias del tren logrando traspasar la frontera enviando a Bolivia un mensaje en una hoja de papel pegado en uno de los vagones: querido tú, aquí te envío mi mar.

 

Otro trabajo con la frontera fue el de Claudia León Arango con su obra Tierra de nadie: tierra de tods [2], proponiendo el lenguaje quechua y la faja o chumpis como símbolos que traspasan cualquier frontera geopolítica. Luego de hacer una exploración al hito entre ambos países, Claudia descubre el espacio fronterizo denominado “tierra de nadie” y que divide a ambos países. Ese sitio vaciado, pero cargado de significantes, en tiempos donde el espacio en que transitamos siempre está bajo el control político y territorial. La artista realiza la acción de disponer los chumpis en la línea de tierra de nadie, acto que marca el ritual del aquí y el ahora rompiendo temporalmente esa frontera.

Ante la inmensidad del volcán Ollagüe, el Apu de las culturas andinas y que también hace de hito divisorio entre los dos países se despliega la obra de la artista Natalia Pilo-Pais Figallo, Percepciones infinitas de un territorio indefinido. Natalia se instala para cuestionar la mirada, con un dispositivo visual que enmarca la infinitud del paisaje que a la vez fragmenta y refleja como un prisma las posibilidades conceptuales y simbólicas de lo que podría ser una frontera, de un borde limitado virtualmente a un territorio que se deconstruye ante el reflejo de sí mismo.

En los pies del volcán, David Corvalán realiza un desplazamiento de su obra escultórica a la intervención y la performance con Refugio I. Construye un refugio que cruza atemporalmente la operación primitiva del hombre ante las inclemencias de la naturaleza. Tras la investigación material y conceptual de la apacheta como ícono de las culturas andinas y como un hito de encuentro en la espacialidad del desierto, David se conecta con la performance ante la operación de insertarse en el montículo, inmovilizándose en su centro, convirtiéndose en un dispositivo de observación ante el paso de la luz del atardecer. Cápsula en el tiempo que se expande a través de cátodos de cobre desde el objeto hacia el cuerpo del artista, filtrándose al paisaje.

Termino este recorrido con la obras que se instalaron directamente en el pueblo de Ollagüe como Acción Primordial, sobre el retorno al origen de Rosa Valdivia. Un reencuentro con el desierto, a través de la recolección de barro, realizando un patrón colindante a ese pasado proveniente de los geoglifos y del quehacer femenino con la intervención de un textil hecho de barro. La acción del hacer, recolectar para la transformación de los elementos en la construcción de una retícula textil, geográfica y topográfica nos señala metafóricamente sobre lo primordial de la acción, a la vez que se camufla en una zona de desuso y ruina.

Geraldina Ahumada Theoduloz se instala en las líneas del tren con su obra Polvo somos II. Las líneas de hierro, plateadas por el sol, son símbolo del traspaso de un lugar a otro y también del tiempo que nos traspasa y de nuestra propia temporalidad. Su obra parte de la recolección de arcilla para generar contenedores o vasijas, elementos esenciales ante la posibilidad de un encuentro, en este caso un posible relato del encuentro entre fronteras. El elemento y construcción de estas vasijas marcan la destrucción inmanente de la sustancia que la contiene, el agua se vierte para seguir el propio camino de la efímera construcción de la vasija, el barro vuelve a la tierra -símbolo empírico de fragilidad temporal. 

La obra de Rocío Toledo Navarro, Presagio, rescata ciertos aspectos de la experiencia del ritual en las posibilidades de la performance Para esto se abre al espacio interviniendo el pueblo de Ollagüe, llevando a los participantes a una procesión que nos conectó con lo extraño y la muerte, provocando una intervención espacial con nuestra presencia en el contexto del pueblo. La artista nos lleva a reunirnos en una ruina, donde comienza la acción de seguirla, recorriendo ciertas zonas del pueblo con un dispositivo de registro que la artista se instala en la frente como un gran ojo cíclope, que es más bien una amenaza, y cuestiona nuestra mirada como observadores.

[1] Fragmento del poema Creación de Leonel Lienlaf

[2] Palabra transformada con intención de la artista para el título de su obra.