Recorridos en 360º: La virtualidad en jaque

Carlos Rendón

Encargado de Vinculaciòn SACO8

La tecnología moderna, que desde principios de siglo consiguió ampliar considerablemente el abanico de posibilidades para artistas y creadores, poco a poco se convierte, más que en una herramienta de la obra, en un vehículo de mediación entre ella y el espectador, que abre nuevas preguntas sobre la experiencia del arte.

Sin ser completamente inmersiva, la realidad virtual ha llamado la atención por sus múltiples capacidades para llevar a un nuevo nivel, diversas formas de expresión artística: cine, teatro y videojuegos, entre otros. Hoy, cuando con un celular es posible conseguir un efecto similar al de estar dentro de una exposición, surge la inquietud respecto al acercamiento masivo que puede tener el arte a lugares que antes parecían impensados, y hasta qué punto estas iniciativas podrían reemplazar la experiencia real de estar frente a una obra. 

 

 

Es por eso que en su octava versión, SACO apostó por implementar una serie de actividades en establecimientos educacionales con un concepto muy similar a la realidad virtual, o bien el paso previo a esta: Recorridos virtuales en 360º. A través de ellos, exposiciones de dos autores mundialmente reconocidos del arte contemporáneo, como Ai Wei Wei y Anish Kapoor, fueron visibles ya no solo en New York, Londres o Santiago, sino también en lugares de la periferia, como Antofagasta, Tocopilla o Taltal. Gracias a esto, estudiantes que jamás habían asistido a una muestra de arte contemporáneo, pudieran aprender y disfrutar de esta experiencia. 

 

 

El recorrido virtual en 360º utilizó un proyector para posicionar a los asistentes en primera persona en una sala de exposiciones, como la de CorpArtes en Santiago (institución colaboradora en este proyecto). Por medio de círculos blancos marcados en el suelo, permitía moverse entorno a las exposiciones y mirarlas en cualquier dirección.

 

 

Un sistema cómodo y simple, que inevitablemente obligó a preguntarnos “por qué no antes”. A fin de cuentas, el recorrido virtual es solo una versión en pantalla gigante de lo que ya se puede hacer con un celular, siendo el punto de inflexión la presencia de un mediador guiando a los espectadores, aproximadamente 30 personas por sesión, aportando dinámicas, contexto y una más que fructífera conversación. Si bien esto no transforma el recorrido virtual en un equivalente de estar presente en un museo o galería, resultó clave para acercarnos a la experiencia holística de sentir la obra de arte cuando se encuentra frente a uno.

 

 

Frente a niñas y niños que son nativos digitales, recorrer un espacio en 360º, por más que sea exclusivo y atractivo a la vista, ya no debiera sorprender tanto. La tecnología es una vorágine imparable de la cual salen a diario smartphones y portátiles cada vez más accesibles, pero al final -y lo que fue patente en estas mismas experiencias- la gracia no está en el software, sino en la interacción con el mediador de carne y hueso, y las actividades que proponía, las cuáles se acercaban mucho al tipo de acciones que los mediadores realizaban en las visitas reales a estos espacios.

 

 

Así, resultó fascinante que la misma obra que se presentaba en Corpartes y que ha estado también en la Royal Academy of Arts de Londres, fuera accesible un curso de 20 alumnos en una escuela municipal de la región de Antofagasta, acercando lo que antes parecía ser inalcanzable, aunque aún falta mucho para que la tecnología se pueda valer por sí misma al representar las artes visuales. La magia sigue estando en la presencia in situ de nuestro cuerpo, al menos por lo pronto.