Esta fue una iniciativa del programa Traslado de la Macroárea de las Artes de la Visualidad del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que se desarrolló en conjunto con Colectivo SE VENDE, y tuvo como objetivo promover la creación y producción de artistas con trayectoria de al menos 10 años. La convocatoria nacional estuvo abierta para las propuestas desde las áreas de Artes Visuales, Fotografía y Nuevos Medios.
La creadora chilena Loreto Sapiaín experta en el tratamiento del papel, residió en el Instituto Superior Latinoamericano de Arte ISLA, donde compartió su conocimiento dictando el Taller de Collage “Linaje”, una instancia formativa que abordó diferentes técnicas de corte, tratamientos de pegado, pintura y metodologías de composición.
Sus collages logran una nostalgia reflexiva, femenina y bella. Las formas y colores de los cuerpos en sus obras de funden transformándose en creaciones únicas, involucrando elementos que se descontextualizan para formar atractivos ambientes imaginarios.
Conversamos con Loreto Sapiaín, la artista y pedagoga proveniente de Santiago y residente en ISLA desde el 10 de octubre hasta el 10 de noviembre de 2017.

¿Cómo ha sido la residencia del Programa Traslado en el norte de Chile?
Esta es una residencia que se hace a nivel nacional en tres partes de Chile, en el sur, en el centro y en el norte, en la cual artistas que teníamos mediana o un poco más de trayectoria postulábamos a un proyecto que tenía que ver con el concepto de Traslado, y en ese contexto postulé a ISLA por ser un espacio que tiene vinculación con la comunidad, un lugar para conocer a las personas. Ahí fue donde elaboré un proyecto que se venía gestando de mi trabajo de colección de imágenes de ferias y persas de distintos lugares de Santiago donde comencé a encontrar fotografías antiguas y estas desusadas me empezaron a llevar ficciones, relatos, y trabajos muy personales con estos archivos, entonces decido presentar la idea de buscar fotografías del pasado en Antofagasta por ser un lugar donde existe mucha inmigración desde hace tiempo, y justamente quise salir de mi espacio de confort a ver otros territorios.
Hablemos del taller de collage “Linaje” ¿Cómo fue el proceso de recopilar información y a su vez colaborar en el aprendizaje de los participantes?
La verdad que el proyecto se podría haber planteado en lo que había de fotografías antiguas, pero a mi lo que me interesaba era trabajar colaborativamente, por lo cual necesitaba conocer personas, contextos, historias, relatos, fotos de personas reales, no inventadas por mi.
Desarrollé un taller de ocho sesiones, sábados y domingos de cuatro fines de semana, bien intensos porque esos días uno los deja para otras cosas más personales, sin embargo fue bastante participativa la convocatoria y se convirtió en un espacio para descubrir qué es el collage, trabajar técnicamente sus conceptos históricos, las posibilidades de expresión y después analizar las fotos de los álbum familiares.
¿Qué impresiones tuvieron los alumnos al ver lo profesional de tu trabajo sobre la técnica del collage y sus derivados?
Estoy acostumbrada a hacer taller de collage con distintas personas con múltiples oficios. Me gusta el collage porque no es una técnica académica, eso es muy bueno para llegar a mucha gente, y ahora me sorprendieron las participantes del taller, fue realmente provechoso, tenían ganas de ponerse a trabajar con materiales sencillos, y eso puede llevar a producciones profundas, y así empezó a darse, fueron investigando, crearon complicidad de grupo para generar propuestas de variados tipos.
Quedé muy satisfecha, porque sus quehaceres también se fueron entremezclando en la mirada que tuvieron sobre “Linaje”.
¿Qué recursos estéticos, épocas o argumentos pudieron evocar los ejercicios que pudiste acompañar?
Lo asociado a las abuelas fue común en su gran porcentaje de trabajo. El collage es una forma de sacar de contexto, y mover a una ficción es algo que te puede llevar a lugares que ni uno puede saber. Recuerdo que una participante empezó a vincularse con su padre, que no se había comunicado hace tiempo, se contactaron por mail y recolectó imágenes para investigar en su autobiografía, generando ficciones autobiográficas para sacar adelante una creación maravillosa.


¿En cuanto a lo que pudiste conocer del desierto, qué aspectos quieres destacar en tu investigación?
Es muy importante que los artistas salgan de su cueva, hay mucho narcicismo. Es bueno comprender que hay mucho más de lo que uno piensa, por ejemplo, soy una artista de taller, que pasa horas en ahí, y sino es a través de clases no comparto con la gente, entonces la idea era salir de mi espacio común a sitios distintos con mar, con una cordillera de la costa gigante, y sobre todo con personas que poseen pertenencia del territorio, saben lo que tienen valorando su identidad. Estuve en San Pedro de Atacama, Isla Santa María y Taltal, zonas hermosas.
Otro elemento es el paisaje, estar en el desierto es ir a la luna, o a un planeta diferente.
¿Cómo fue la convivencia en ISLA, sabiendo que habían otros tres residentes en el mismo periodo en el que estuviste? ¿Qué cruces existen entre los trabajos?
Fue muy curioso porque tuve más llegada con Nicola Mazzuia, el es italiano y está por el mismo programa que yo, viene de Santiago y es un poco vecino de donde vivo. Hay un punto de encuentro. Él también está haciendo una especie de cartografía simbólica y cultural en lugares puntuales, y está haciendo recorridos emocionales, y yo justo trabajo con los relatos de las personas, y con las imágenes de sus recuerdos.
El trabajo del equipo de ISLA me parece sorprendente, no sólo por el profesionalismo sino por el provecho que se le ha sacado al inmenso territorio donde no existen las academias, se hace un trabajo de formación, de investigación, de apropiación artística, de todo tipo, yo no había visto trabajo así.