El tiempo detenido: La fotografía como testigo permanente de lo efímero

Agosto. Tarde de jueves. Calor abrumador en Chiu Chiu, una de las localidades más antiguas del norte de Chile, llena de espacios sorprendentes, historia y mística. Los diez participantes del taller Escritura fotográfica parecían no sentirlo. Se movían solos o en grupo por los espacios ocupados por el Encuentro de Alfarería que ha concitado la atención de cientos personas procedentes de diversos puntos de la región, se acercaban al monitor del taller, el fotógrafo Rodrigo Gómez Rovira, en busca de guía o para resolver cuestiones creativas y técnicas; captaban con los lentes de sus cámaras análogas o digitales, personas, momentos efímeros y paisajes, configurando las líneas conceptuales y los soportes que darían forma a la presentación de los resultados de estos ejercicios al día siguiente, en Antofagasta.

 

 

Mediante una convocatoria abierta, se eligió a los diez participantes del taller, cuyo foco era dotar de nuevas herramientas y técnicas para desarrollar fotografía contemporánea, abierto a artistas visuales consagrados y emergentes de Chile, Perú, Bolivia y Argentina. Más de 30 personas respondieron al llamado, con propuestas tan diversas como interesantes que fueron analizadas por Rodrigo, director del Festival de Fotografía de Valparaíso.

 

 

Los seleccionados estuvieron entre el 12 y el 16 de agosto tanto en Antofagasta como en Chiu Chiu, en un taller intensivo que partió con la entrega de conocimientos teóricos, trabajos grupales, revisión de portafolios y entrevistas personales para configurar las temáticas generales de los participantes, de cara a la actividad en terreno que se desarrolló en Chiu Chiu entre los días 14 y 16 de agosto, generando un singular encuentro entre la artesanía y el arte contemporáneo para formar espacios comunes y de mutuo interés en el marco de la alianza con una de las ferias de alfarería que con mayor cuidado resguarda el arte originario del altiplano sudamericano. 

 

 

Fue en este contexto que se desarrolló parte del trabajo práctico, con recorridos por esta localidad ya aferrada al fértil valle propiciado por el río Loa desde la época prehispánica, aprovechando no solo la rica arquitectura rural, sino también el paisaje y las texturas del entorno, en base a los cuales comenzaron a gestarse diferentes temáticas que finalmente fueron expuestas al público el viernes 16 de agosto en la muestra Chiu Chiu Express, desarrollada en ISLA, Instituto Superior Latinoamericano de Arte. Desde la presencia femenina en el desierto retratada por Lissette González (chilena radicada en Argentina), pasando por efímeros retratos que evocaban el pasado como un espejismo, obra de Jahir Jorquera, hasta la transformación digital de las texturas de piedras, agua y montañas desarrollada por la boliviana Alcira Ángelo, el despliegue de los participantes del taller desembocó tanto en el retrato de la nostalgia y el paisaje como en cuestionamientos a nuestro propio devenir. 

 

 

De ahí, el fuego que parecía consumir madera y hasta las mismas fotografías del antofagastino Sebastián Rojas o la mixtura de imagen y geología por la que apostó el ariqueño Chris Malebrán, mientras que Kika Mazry (Santiago) generó un diario de vida con instantáneas intervenidas, un experimento similar al de la fotógrafa boliviana Graciela González que buscó mimetizar el desierto con el mar, en una postura de rebeldía contra la propia historia oficial del país vecino. No menos atractivas fueron las propuestas de Eduardo Cifuentes (Santiago), que incursionó en la poética de la etnografía; Mayra Ovando (Bolivia) que apostó por una temática similar aunque enfocada en lo femenino, y el peruano Dunker Mujica, que plasmó en sus reproducciones en blanco y negro, los detalles ínfimos de animales, construcciones y personas de su recorrido por Chiu Chiu, asimilándolos a una memoria proveniente de épocas pasadas.

 

 

Un ejercicio que mezcló diversas alternativas de enseñanza que privilegiaron lo experimental y lo empírico en orden a propiciar la creatividad de cada uno de los participantes en un paisaje para muchos inhóspito y desconocido, buscando con ello revelar esencias rescatadas desde cada lente en particular, herramienta de la propia visión del entorno y sus infinitos contenidos, navegando en arenas no como náufragos sino como descubridores de sus propios lenguajes visuales.