Entrevista a Aldair Indra: Un diálogo entre las estrellas y los conocimientos ancestrales

Es probable que uno de los próximos destinos de la humanidad sea Marte. El hambre de científicos y astrónomos por desentrañar los secretos del planeta rojo es conocido y no es poca la información que se ha obtenido para saber si en algún momento del futuro, el ser humano podrá colonizarlo. El arte no ha estado ausente de este perseverante desafío. De ahí que en esta octava versión de SACO, la artista visual boliviana Aldair Indra nos ofrece Espectro de Marte, resultado de la residencia arte + astronomía Entre aquí y allá, en colaboración con el Centro de Astronomía de la Universidad de Antofagasta.

 

Crear misiones y visiones que nos inciten a ampliar los canales de invasión, a visualizar esa colonización posible, pero más aún, a comprender ese futuro sin dejar de mirar el pasado, para enlazar tecnología y conocimientos ancestrales, es el planteamiento de Indra para la exposición que se inaugurará el viernes 5 de julio a las 20 horas, en la sala 13, nuevo espacio de exposiciones temporales del Museo Regional de Antofagasta.

 

La artista, nacida en La Paz (Bolivia), estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes y Sociología de la UMSA y posee formación en video y arte acción. Ganó el 2º Premio del Concurso Nacional Arte Joven ExpresArte de AECID con una intervención urbana de 400 mts2, (2014), además de participar de exposiciones colectivas en EE.UU., Perú, Chile, Argentina y Canadá. Trabaja en intervenciones en sitios, instalaciones audiovisuales y evidencias científicas que contrastan con narrativas del pensamiento mágico originario.

 

¿Cómo fue la experiencia de trabajar en una temática que une dos áreas del conocimiento que parecen totalmente distanciadas?

Se trata de una línea de trabajo que nació cuando desarrollé una investigación relacionada a temas de espiritualidad y conocimiento de lo mítico en Bolivia, donde hay mucha tradición relacionada a lo simbólico, lo místico, el pensamiento animista y narrativas originarias, historias cosmológicas que tienen rasgos constantes en muchas culturas. A partir de ahí, comencé a hacer intervenciones en sitios de observación astronómica (arqueoastronomía) y de ahí es que llego a esta residencia en Antofagasta, que es el ojo del mundo por la calidad de los cielos que facilitan la observación astronómica, y que me permite hacer una relación entre lo mítico-espiritual con el conocimiento científico y pragmático. Ese es el enlace.

 

¿Cómo aterrizas todo eso al concepto de destino?

El ser humano se relaciona con el cosmos observándolo, analizándolo y estructurando los datos del universo, pero a la vez busca respuestas existenciales. Los astrónomos buscan datos e información, es un interés científico que de pronto es muy artístico porque las estrellas son tan lejanas, el universo es tan ilimitado y el ser humano se queda infinitamente pequeño ante eso, pues las proporciones astronómicas no entran en nuestra concepción de realidad, lo que al final nos hace pensar en nuestra existencia.

 

Nos queda una cantidad determinada de miles de años en la Tierra, el sistema solar va girando y en algún momento, entrará en una zona que impedirá la habitabilidad, en una época futura en que teóricamente Marte sí será habitable. La región de Antofagasta es idéntica en forma y propiedades al terreno marciano y es por eso que los científicos han venido acá a estudiar la posibilidad de enviar herramientas y maquinarias hacia allá, las pruebas las hacen acá y analizan a los organismos extremófilos que tienen la capacidad de sobrevivir a ese tipo de terreno.

 

¿Qué técnicas utilizas para materializar estos conceptos?

La materialidad de los trabajos que hago es videoarte, usualmente de intervención en el sitio, dialogando con la historia previa e intervenciones que activan la memoria del lugar. En este caso, es un videoarte que tiene varios formatos como filmaciones en el terreno de Antofagasta que serán modificadas por su similitud con el terreno marciano. También usaré capturas con un software de video para generar esta visualización realista de un viaje estelar, hacia dónde nos llevaría un nanosatélite con un mensaje humano al espacio. Habrá una instalación con un quipus (sistema de almacenamiento de información usado por los los pueblos andinos, en base a cuerdas de distintos colores y nudos) con luz infrarroja o fluorescente generado con datos e información del ser humano, que retrotraiga la tecnología y datación arcaica en comparación con la datación científica, información convertida a un código binario que a su vez, será traducido a nudos que se verán en color y luz.

 

¿Cuáles son los cuestionamientos que establece tu propuesta?

Busco generar un diálogo entre estos conocimientos y técnicas que se usaron antiguamente, y cómo fueron truncadas en cierto periodo de la historia. Seguramente desarrollándose más, habrían llegado a otras conclusiones, a otra formatividad que no conocemos, en el sistema del desarrollo de las ciencias. Pero también es una equiparación con la ciencia occidental que aquí llega a un máximo nivel.

 

El proyecto se puede leer de varias capas y ángulos: lo técnico-científico, lo filosófico en cuanto a la relación del ser humano con el cosmos, las mediciones y la datación, y por otro lado, la conquista de espacios que se da de un territorio a otro. La NASA es la que hace estas investigaciones, pues la idea es colonizar otro destino, pero ellos llegan hasta acá, realizan sus estudios, pero no dan cuenta de sus descubrimientos a los científicos chilenos. Entonces hay también ahí una colonización del conocimiento, hay una relación vertical entre quien aprende y quien estipula lo que es importante y a quien se subordina. Pero por otra parte, cuando ya tengo las tomas del desierto y lo veo similar a Marte, eso ayuda a percibir con extrañamiento el entorno más cercano y tienes que reconquistar tu propio territorio, pues aquí hay mucho que conocer, muchas ciencias nuevas y entrelazadas que generan conocimientos que son muy importantes.