El cielo totalmente despejado, como suele ocurrir en Quillagua, el lugar más seco del mundo. El sol en su máximo esplendor, adelgazando el aire, encegueciendo a los caminantes, secando la boca, aunque sin minar el ánimo del grupo que se aproxima al borde de uno de los cráteres del denominado Valle de los Meteoritos.
Se trata de los artistas invitados y parte del equipo de SACO9 que realizan un viaje de contextualización a esta localidad limítrofe entre las regiones de Antofagasta y Tarapacá, golpeada durante décadas por la contaminación de las aguas del río Loa y la depredación de empresas privadas, pero que aún resiste a los golpes del sistema.
Viajando en vehículo, a quince minutos del poblado, se encuentra el conjunto de cráteres que conforman este conocido valle, rodeado de mitos y cuentos ancestrales que hablan de la formación de este fenómeno geológico por la caída de meteoritos. Verdad o no, lo cierto es que el paisaje es tan abrumador e inspirador que invita a la creación.
Ya en años anteriores, artistas invitados habían realizado acciones efímeras en este espacio que parece de otro mundo. Esta vez, fue el artista japonés Kotoaki Asano quien decidió intervenir el lugar.
La obra hace referencia a un nido de colores. La traducción directa de Kunyu Kunyu es “cautela, cautela” o “precaución, precaución” y hace referencia a la fragilidad de la vida ante la intervención humana; un llamado de atención mediante colores que marcan la propia existencia que debe prevalecer ante un inminente desastre.
Bajó hasta el fondo de uno de los cráteres, acompañado por los demás artistas que ayudaron en esta intervención al arquitecto y poeta nipón que portaba papeles traídos desde Tokio de diferentes colores. Con la ayuda de piedras y en una acción silenciosa y ceremonial, convirtió poco a poco ambos elementos en un singular nido lleno de tonalidades vivaces que contrastaban con el entorno seco y hostil. Así nació esta obra que compartimos con ustedes en esta galería de fotos y video.