SACO Festival de Arte Contemporáneo y sus pasajes de consciencia: Viaje al lugar más seco del mundo

9 de agosto de 2018, el arte cobraba vida en la explanada del Muelle Histórico Melbourne Clark, envuelto por la atónita mirada de los antofagastinos. Al mismo tiempo, autores y jurado de las obras que constituyeron la exposición Origen y mito de la Séptima Versión del Festival de Arte Contemporáneo en Antofagasta se preparaban para una experiencia que definitivamente haría despegar sus mentes: el tradicional viaje a “el lugar más seco del mundo”, Quillagua. Recorrido que se realiza anualmente junto a los anfitriones del certamen y que forma parte de la experiencia SACO desde hace seis años.

Fueron más que factores climáticos, antropológicos, políticos o geopolíticos, los que determinaron la decisión de Colectivo SE VENDE de escoger Quillagua como centro de operación y destino de viajes de contextualización para artistas residentes desde el año 2012. Esto porque “es allí donde están presentes muchas tensiones contemporáneas: la pérdida de agua, de identidad, el abandono, las divisiones internas y la destrucción del patrimonio. Parece imposible conjugar tantos problemas globales en un pequeño oasis en el desierto”, fundamenta en sus libros Dagmara Wyskiel, directora del colectivo y de SACO.

En el camino desde Antofagasta hasta Quillagua, una parada inevitable fue Chacabuco, ex oficina salitrera que funcionó como centros de detención de presos políticos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. Desde ese momento, los viajeros comprendieron que este viaje no pasaría inadvertido en sus recuerdos futuros y como confesó la artista brasileña Barbara Schall, creadora de la obra ¡En tu seno, oh Libertad!: “Nos enfrentamos a realidades que son difíciles de digerir ahora mismo, te dan ganas de profundizar, entender qué pasa con el hombre que se impone frente a sí mismo y a la naturaleza en contextos tan extremos y sobre aquellas personas que viven o vivieron en medio de la precariedad y la injusticia”.

Antecedentes sobre Quillagua

En las últimas décadas esta localidad fue afectada por un severo daño al ecosistema de la cuenca hidrográfica del río Loa, lo que terminó con gran parte de la flora y la fauna del lugar. Para algunos fue la evidente consecuencia de la actividad minera y otros lo redujeron a simples causas naturales. El hecho es que la comunidad tuvo que cesar sus actividades agrícolas tradicionales y abastecerse por la vía del carbón vegetal con madera de algarrobo. Sin embargo, CONAF prohibió la actividad artesanal para proteger los bosques del oasis y los pobladores no encontraron más solución que vender los derechos de aguas a la Sociedad Química y Minera de Chile, SOQUIMICH. Así fue como se redujo el suministro hídrico para el pueblo y aumentaron los índices de arsénico y otros contaminantes en el agua. Actualmente ha sido el reconocimiento de sus orígenes indígenas Aymaras la única esperanza, albergada por la ley 19.253, que los mantiene unidos en una lucha por recuperar su patrimonio y el respeto por sus tierras.

Escuela de Quillagua

Una vez instalados en el pueblo, la visita a la Escuela G-15 Ignacio Carrera Pinto fue un hito inevitable. Un establecimiento que no posee más de 20 alumnos y que opera con un sistema multigrado en donde niños de hasta sexto grado comparten clases a pesar de sus distintas etapas de aprendizaje. Según relata Manuel Cortés, profesor encargado, él se había retirado de la docencia en la década de los 90, pero desde el 2009 retomó para trabajar en la escuela que, en ese entonces, tenía solo 6 alumnos. “Cada año vamos avanzando y sumando niños. Normalmente cuando los chicos salen de sexto básico las familias suelen irse de Quillagua, pero ahora se está transportando a los niños más grandes a Maria Elena, para evitar eso.” En la tradicional visita, Manuel recibió agradecido los libros de versiones anteriores de SACO, que se sumarán a la pequeña biblioteca del recinto.

Los Geoglifos y la supervivencia del arte

Salimos nuevamente a la carretera para contemplar los diseños en las laderas de cerros trazados con piedra volcánica en el trayecto Quillagua – Calama. Su data es de 500 años A.C. Se trata de los Geoglifos de Chug Chug, manifestaciones artísticas distribuidas en la base de una ciudad prehispánica extinta en medio del desierto. Como comentó Rodrigo Toro, autor de Hummingbird #3: “a pesar de ser chileno, nunca había estado en un lugar parecido; la sequedad y el tipo de suelo te hacen entender el clima de otra forma. Todas son cosas que yo necesito en mis obras que dialogan con el entorno pero en contextos más nobles, aquí encontré algo que nunca había visto antes, entonces ya sé cómo poder trabajar otras cosas que -como los geoglifos- puedan sobrevivir en este tipo de ambiente.”

Tranque Sloman y la intervención industrial

Un muro de roca canteada de 35 metros de alto que represó las aguas de río Loa almacenando hasta 6 millones de metros cuadrados de agua en medio del desierto más árido del mundo. La impactante imagen es reflejo de la intervención industrial en la zona, una gran obra de ingeniería mandada a construir por Henry Sloman, que proveía de electricidad a sus oficinas de El Toco. Según relata Lola Malavasi, jurado de SACO7, co-directora y encargada de proyectos de educación de TEOR/éTica, proyecto independiente para la investigación y difusión de arte contemporáneo de Costa Rica: “Esto es algo alejado de lo que yo conozco, porque vengo de un lugar en donde todo es agua y vegetación, por eso es muy impresionante ver el vasto paisaje del desierto, ver las transformaciones sociales, los factores económicos que muchas veces generan contradicciones con la naturaleza y un desgarrador abandono.”

El museo del olvido

La colección de antiguas momias, algunas con antigüedad de 700 años a.C. albergadas en un pequeño recinto al final de la calle principal, fue una de las realidades que más conmovió a los viajeros. Se trata del Museo Municipal Antropológico de Quillagua. Un lugar que permanece cerrado y que estaría completamente en el olvido si no fuera por Felisa Albornoz, la amable anciana a cargo de abrir las puertas del recinto desde hace 8 años, cuando el ex encargado emigró a Antofagasta y le cedió las llaves de este lugar. Tomasz Matuszak autor de Like my father-Like my son, obra que precisamente alude al legado de las generaciones pasadas, asegura que “fue impresionante y chocante conocer esto, a pesar de que no domino español pude captar la esencia de la experiencia. Si estuviese en mis manos la decisión, yo pondría ese museo en una buena posición en el mundo, porque yo nunca vi algo así”.

El Valle de los Meteoritos

Fue una parada que devolvió al “mito” de las ilusiones urbanas al llegar a ese gigantesco cráter en medio de la nada, cuyo nombre alude a la presencia de meteoritos a pesar de que nunca ha caído uno en dicho lugar. Un paisaje en el que, según relató Ines R. Artola, historiadora del arte, curadora, musicóloga malagueña y jurado de SACO7: “todos nos veíamos como hormiguitas; pensar en la dimensión del ser humano era inevitable, somos tan chiquititos y la vida es tan corta, es inevitable que se mezclen pensamientos que teníamos ya sedimentados de la muerte, por lo que habíamos visto también con las momias.”

El retorno a Antofagasta incluyó la visita a la ciudad natal de Alejandro Jodorowsky, Tocopilla, culminando con ello un recorrido que según relató Inés “a nivel filosófico es inspirador y nos ha abierto a todos la mente y el alma.”